Rahm sigue firme la estela de Seve

Sin embargo, si hay un referente al que nunca deja de referirse ese es Severiano Ballesteros. Sabe que a sus padres (y por ende a él mismo) les picó el gusanillo del golf gracias a la Ryder Cup de Valderrama, en la que el cántabro fue protagonista, y siempre le ha tenido como modelo a seguir... y a batir. «Para mí es todo un orgullo poder alcanzar en el palmarés algunas de las marcas que Seve ha establecido en su increíble carrera» declaró cuando fue capaz de igualar los tres Abiertos de España que atesoraba el genio. «Y hacerlo precisamente en el Club de Campo, donde él consiguió su último título, fue muy especial».

Aunque esto sucedió el pasado mes de octubre en Madrid, la alusión al maestro siempre sigue presente en el día a día del nuevo número uno del mundo. Sobre todo en sus dos últimas victorias, que le llevaron a igualar (en La Quinta) y a superar (en Riviera) las nueve que el de Pedreña sumó en el PGA Tour en toda su carrera.

Sin embargo, dando ejemplo una vez más de su coherencia, Jon le quitó mérito a ese último logro. Podía haberse envanecido y mostrado su lado más orgulloso en un momento en el que el récord y la presencia de Tiger Woods a su lado habrían subido los humos a cualquiera; pero en su caso la reacción fue la contraria. «Creo que no se pueden comparar mis victorias con las suyas, ya que Ballesteros no era un jugador del PGA propiamente dicho», indicó con realismo. Es cierto. En su época dorada el astro vivió numerosos desencuentros con el circuito Americano (de hecho llegó a estar suspendido) y sus participaciones en torneos regulares eran puntuales. Siempre se consideró integrante del Europeo y sus grandes marcas siempre se refieren a este tour. Es más, en sus nueve logros a ese lado del Atlántico están incluidos sus cinco grandes, por lo que solo se le contabilizan en su carrera cuatro campeonatos 'normales' (Greensboro, USF&G y dos Westchester).

En el bando opuesto se encuentra el día a día del León de Barrica. Él está asentado en Arizona y sus incursiones europeas son muy puntuales, aunque tremendamente victoriosas y más triunfales que las de su admirada estrella, que alcanzó 51 triunfos en veinte años. Rahm lleva nueve en siete, por lo que su progresión augura unos números mucho mejores.

Lo más destacable de todo es que limita mucho sus viajes al Viejo Continente y a los torneos en los que se deja ver. En su breve carrera profesional solo ha pisado este suelo en 21 ocasiones, en los Abiertos de Irlanda (dos victorias), España (tres), la final de Dubái (tres), Francia, Valderrama, Escocia, Alfred Dunhill, Italia y Wentworth. Esto sin contar sus participaciones en el Open Británico, en el que todavía no ha conseguido dar con la clave para emular al genio. En sus seis participaciones en el campeonato más antiguo del planeta no ha logrado ni acercarse a los éxitos del veterano (un tercer puesto es su mejor final, contra las tres Jarras de Clarete del montañés) ni al cariño que siempre le brindó la afición de las islas. La devoción que sentían por él se debía a su cercanía y a la carrera que había desarrollado en este torneo desde el principio.

Esto es similar a lo que está viviendo Jon en Estados Unidos. El público le quiere como propio, pues es consciente de su absoluta integración en la sociedad americana. Su mujer y sus hijos son de allí y su residencia en Scottsdale así lo certifican. Por eso, ahora que además de ser el primero de la lista universal lo es también de la FedEx Cup (la que suma los méritos anuales del PGA Tour), busca también otros referentes en el mundo del deporte de ese país.

En primer lugar, un hombre por el que siente una obvia devoción: Tiger Woods. El Tigre le sirve de estímulo en los eventos que promociona y eso le ha llevado a ganar ya dos de ellos, como bromeó en la última entrega de premios angelina. Además, como amante de todas las disciplinas, tiene un gran respeto por lo que han hecho otras estrellas antes que él, como los exbaloncestistas Magic Johnson y Kobe Bryant o el exnadador Michael Phelps, también un consumado golfista. «Veo muchas similitudes entre nosotros en la forma en que abordamos nuestro oficio. 'Dedicación' era la palabra clave para Kobe y seguro que es alguien de quien puedo aprender». Esa ética de trabajo es la que busca Rahm para seguir mejorando como deportista y embajador del golf. «No solo aspiro a batir los récords de Severiano, sino a dejar también mi legado cuando me retire».