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Sevilla FC

Puerta, una asistencia de dieciséis años

Tantas ferias después de aquella memorable noche de jueves y a sus quince temporadas como sevillista, Aitor hereda el balón con el que Antonio abrió el cielo de Europa

Ramón Díaz sujeta el balón en la sala de trofeos sevillista que anida en el Ramón Sánchez-Pizjuán, muy cerca de las botas que Puerta usó para marcar Rocío Ruz / Manuel Gómez
Ignacio Liaño Bernal

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Ariza Makukula mandó la pelota al cielo oscuro y cerrado y ya nadie quiso saber más de ella. Fue una jugada aislada, como sucedieron todas desde el minuto 100 de aquella delirante prórroga en la que el Sevilla se jugó la vida a ... cada segundo. A cada suspiro, que se contaban por miles en un barrio que cambió su suerte completa y definitivamente aquella noche. Tronó Nervión en aplausos con el rechace del ariete nacido en Zaire mientras un tal Enzo Maresca forcejeaba en un córner previo con un robusto alemán dentro del área denominado Peter Lövenkrands. Allí ya no jugaba ni Dios. Pocos minutos antes, el avezado jugador italiano se abrazaba con quien acabaría siendo leyenda y mito. Uno que volcó el alma de todos firmando aquel zurdazo inapelable: todos lo conocían como Puerta, pero quienes lo trataron siempre se referirán a él como Antonio. La mitad de la ciudad no olvida ya dónde se pone la chincheta de Eindhoven porque nadie es capaz de calcular aún en qué punto acabó aquella parábola en la que el canterano evaporó el pasado y encendió el futuro del Sevilla. Como por arte de fútbol, lo hizo con el balón más importante que ha puesto en juego el conjunto sevillista, una pelota con forma de llave que abre el corazón de las seis damas de plata que enrojecen las fieras entrañas del estadio Ramón Sánchez-Pizjuán. El balón jamás se perdió, como ningún sevillista es capaz de eludir los mejores sueños que estaban por venir tras firmar un pacto de sangre con un hermano inesperado como resultó ser el Schalke 04. Fue a parar a las manos presurosas de Ramón Díaz, exparlamentario y sevillista inexorable, que ha custodiado durante dieciséis años, siete meses y cinco días, la mayor fortuna deportiva que ha tenido el club desde que se fundó: una que se pasa dentro y fuera del campo, rodando entre gradas y generaciones. Una con la que Antonio Puerta marcó el gol de todos los sevillistas, y que llevaba desde 2006 en paradero desconocido. Oculta. Hasta hoy.

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