Laporta ya llora como Núñez

Ni una sola respuesta concreta -más allá de los 475 asientos vip que ha vendido a los árabes- a las preguntas sobre los asuntos que amenazan a la viabilidad del club. Ni un solo dato, sólo vaguedades y el victimismo de apelar a un enemigo externo e imaginario. Laporta tiene un discurso muy bien aprendido para contentar a su público, un discurso populista, de una vulgaridad intelectual extrema, llegando a decir que las normas no se tienen que aplicar siempre igual si lo dependiendo de las circunstancias y justificando su relación con países como Qatar o Arabia Saudí porque están más abiertos últimamente en los negocios. Si cuando estuvo en la oposición acusó a Sandro Rosell de manchar la camiseta con la publicidad de Qatar Foundation, ahora considera que negociar con estas mismas personas e instituciones es como cuando los jóvenes de su generación podían viajar a Londres o a París para acceder a estudios mejores. No se puede tener ni más sentido del humor. Ni menos vergüenza.

Críticas a medios de comunicación y organismos oficiales pero sin dar nombres, manteniéndose en la bravuconada permanente de tirar la piedra y esconder la mano. En este sentido ha evitado cualquier alusión directa al presidente de La Liga, Javier Tebas y ha expresado su agradecimiento al Real Madrid y a los demás clubes que no se han pronunciado contra la instrucción de Pau Víctor y Dani Olmo.

Una vez más, no ha dicho la verdad sobre Barça Vision y ha insistido en la ficción de que es algo o vale algo. Mientras la buena marcha del equipo le avale, Laporta no tendrá ningún problema para ser creíble entre los socios y aficionados del Barcelona, adictos al tipo de liderazgo que ejerce. «La butifarra con judías y las mentiras que se las coman con patatas» ha dicho en tono de broma sobre su corte de mangas en Yeda y en lo que ha resultado un colofón sobresaliente para sus intereses.

El resumen de esta rueda de prensa es el resumen de lo que el Barça es y representa. Esto es exactamente lo que hay y lo que ha habido siempre y el barcelonismo no lo vive con ningún atisbo de vergüenza sino con el mayor de los orgullos.

«Es emocionante ver cómo los niños de todo el mundo nos piden conocer a nuestros jugadores», ha dicho también, pero en esta ocasión -tal vez habría sido, incluso para él, demasiado azúcar- sin añadir el dramatismo de sus tan eficaces lágrimas.