El segundo palo
Piquito mortal
Ha sido tal el revuelo originado que llegué a pensar que el federativo era uno de los ciento y pico agresores sexuales excarcelados por la ley del sí es sí
Ideales por medalla

Servidor, que habrá pedido al menos tres veces la dimisión del presidente de la Federación, continúa perplejo por la reacción (fundamentalmente política) que ha provocado el piquito (inoportuno y fuera de lugar) que Luis Rubiales le dio a Jennifer Hermoso en pleno éxtasis por la ... consecución del Mundial femenino de fútbol, obtenido como es de sobra conocido por todos en las circunstancias más tóxicas posibles, sin el concurso de doce de las quince chantajistas y con la inclusión a última hora de tres de ellas tras la bajada de pantalones hasta los tobillos por parte de Jorge Vilda, repentino héroe nacional.
Ha sido tal el revuelo originado, con petición vicepresidencial de dimisión incluída, que llegué a pensar que el federativo era uno de los ciento y pico agresores sexuales excarcelados por la ley del sí es sí, reforma política avalada hace poco en las urnas por casi once millones de españoles. Pero qué va, lo de Rubiales era mucho más grave que soltar a pederastas o decir que azotaría a Mariló Montero hasta hacerla sangrar, lo suyo era un piquito. Imagino que Luis no irá por ahí besando a todas las mujeres en los labios, de modo que deduzco que con Jenni tendrá una complicidad especial, pese a lo cual Miquel Iceta exigió raudo una explicación.
Sobre el mayor escándalo del deporte español, el caso Negreira, no, pero sobre el piquito sí. Sobre el pago del Barcelona de 7'3 millones de euros al vicepresidente arbitral, asunto del que aseguró no estar al tanto, el ministro de Deportes concluyó bíblicamente (San Juan, 8.7) que quien estuviera libre de pecado arrojara la primera piedra, pero del piquito no hay versículo que le libre a uno, es mortal. Háblame del otro pico, ministro. Cuenta, cuenta, soy todo oídos.
En pleno baño de demagogia, empapados en la leche del electoralismo cual torrija populachera, observo que un avezado tertuliano afirma todo ufano que no seguir de cerca el fútbol femenino supone otro claro ejemplo de micromachismo. Seguro que ese periodista es conocedor de que el mismo domingo en que conquistamos el Mundial hubo una granadina, María Pérez, que ganó otro campeonato del mundo, en este caso el de 20 kilómetros marcha, sin que absolutamente nadie, ni hombre ni mujer, le prestara la menor atención. Es, por lo que se ve, una deportista de serie B. ¿En qué momento exacto nos convertimos en unos auténticos macroidiotas?
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