Final de la Copa del Rey 2024
El Athletic se abona a la épica en Sevilla para ser campeón de la Copa del Rey 40 años después
Crónica
La competición ante el Mallorca se decidió en la tanda de penaltis tras una de las finales más emocionantes que se recuerdan, repleta de fútbol y ocasiones para una noche memorable
Sancet igualó el gol de Dani Rodríguez, y Nico y Muriqi protagonizaron las más claras hasta que Berenguer marcó el penalti decisivo tras los fallos de Morlanes y Radonjic
Ernesto Valverde: «La Copa no tiene comparación con nada»
Javier Aguirre: «Hemos hecho una Copa espectacular»
Cánticos en lugar de pitos para boicotear al himno en la final de Copa del Rey entre el Athletic y el Mallorca
Fueron y se las prometieron felices e infelices, porque una final es justo eso: saber pasar a las doradas páginas de la gloria. No rechazar la deportiva mano de uno de los días más tristes de toda tu trayectoria. Y la inédita cita definitiva entre Athletic y Mallorca trascendió a cualquier definición simplificada de lo que viene a ser un partido en cualquier deporte: fue una extraordinaria demostración de grandeza de dos clubes cansados de mirar lo más alto de los podios desde la barrera y decir que están aquí. Dani Rodríguez, primero, y Sancet después, igualaron una final de Copa trepidante como pocas se recuerdan en el pasado reciente en el que Valverde y Aguirre lograron hallar sus puntos débiles hasta la prórroga, tiempo del pánico que activaron no sin temor ambas escuadras, de verse cerca de sucumbir en el último aliento. Y luego los penaltis, donde todo se decidió, con un Berenguer que fue el héroe de la noche tras los errores de Morlanes y Radonjic. La historia ahora se cuenta sola: el Athletic de Bilbao vuelve a ser campeón de la Copa del Rey 40 años después.
Para llegar a la Cartuja desde Triana, octava calle de Bilbao, no había más que atravesar el corazón más antiguo de Somera. Miles y miles de athleticzales conquistaron las avenidas, los bares y los monumentos del casco histórico y no había zona conocida de la capital en la que no ondearan ikurriñas. En el Alamillo, en menor número, el júbilo balear del entusiasmado baile de salto colmaba el ambiente de los bermellones. La Athletic Hiria era y será siempre un cielo abierto al blanco y al rojo al que volverán los más fieles que un mal día no puedan ya viajar con su equipo. Y junto a la basílica del Cristo de la Expiración pasaba un aficionado vasco con el nombre del recordado Katxorro sólo un día después de que el Papa invitara a Dios mismo crucificado a pasearse por Roma. Porque pocas ciudades hospedan con la comprensión con la que lo hace Sevilla.
La final fue mucho más que una final desde mucho antes de su comienzo. Lo inédito de la ocasión se convirtió como era de esperar en un verdadero fragor de fútbol y la mayoría vasca vista por la ciudad pronto fue relativizada por el empuje inicial de los insulares. Ese es justo el mensaje que envía la más justa de las Copas hasta su último día: que hay una fina línea entre soñar y dormirse y esa la marca la competitividad. La atención medida y la gestión de las pulsaciones. Ahí no hay colores por más que predominase el rojo de distinta tonalidad. Arrancaba la cita tras un ovacionado himno nacional y era Nico quien levantaba con su zancada el uy del respetable vasco y sendos pitidos de los baleares. De todo ello tomaba nota desde la banda Valverde en su libreta al tanto que Aguirre incidía en la marca en esos primeros compases escritos más con el corazón que con la fría inteligencia. Sancet la pedía siempre por dentro para ganar superioridad y Dani García hacía lo propio para el Mallorca, que quería darle amplitud a un titularísimo Darder y anular la iniciativa del Athletic. Raudo despejaba Greif un lanzamiento lateral al primer cuarto de hora y sacaba a media altura un notable disparo de Galarreta, un futbolista superlativo. Y el peligro se trasladaba al otro área cuando Nico perdía un balón, y el pirata Muriqi saqueaba el carril del ocho para buscar el tiro que casi sorprendía a Agirrezabala.
Era justo aquella la antesala del primer gol de la final, cuando a la salida de un saque de esquina, un doble remate del Mallorca pone en apuros a la confundida defensa de Valverde y es Dani Rodríguez, a la tercera, quien canta el amunt más fuerte de Sevilla con un disparo a media altura para el batido meta vasco. «¡Sí se puede! ¡Sí se puede!», entonaban pese a la ventaja los miles de mallorquinistas que veían cómo se colocaba en el luminoso el 0-1 que supuso un verdadero fiasco para el Athletic. Nadie esperaba en Bilbao este primer mazazo y Palma vibraba con la manera de rebelarse a cualquier ley de los números. ¿Un balear por cada athleticzale? Por momentos eran mil gargantas insulares por cada murmullo local. Se desesperaba mientras tanto Sancet en otro intento que impulsaba la impotencia. Mucho mejor iba dirigido el siguiente, que volvía a detener Greif, evidenciando la mejora por momentos del Athletic, que se recomponía del golpe. Pero la toma de decisiones no estaba del lado de los hermanos Williams: primero con una indecisión de Nico, y luego con otro fallo de Iñaki cuando tenían todo, absolutamente todo para empatar la final. No se lo podían explicar ni Valverde ni los suyos. Ni mucho menos el pequeño de los Williams cuando se asociaba incansablemente con Galarreta de primeras, percutía y lograba superar al meta eslovaco... en fuera de juego, tal y como se constataba desde el VAR. Nadie pudo invalidar una nueva asistencia de seda de Galarreta, sastre de Donosti, y Nico se topaba con la red, más de tenis que de fútbol por azarosa. Aguirre se balanceaba en esa misma red defensiva tejida desde la eficacia.
Pendía del hilo de lo psicológico la final, reiniciada en un segundo tiempo marcado por la clarísima ocasión de Larin cuando apenas volvía la gente a su asiento. Y ahí que ganaría la batalla Nico contra el propio Nico, cuando desde el perfil contrario robaba un balón en zona alta, cedía creyente a Sancet, y Sancet sacaba la Gabarra de la ilusión reponiendo la igualada y desatando la locura de quienes conocen cada centímetro de esa Copa que para el Athletic es más. Muchísimo más para un bufandeo que era toda una declaración de intenciones: «¡A por ellos, oé!». Nada pareció escuchar Muriqi cuando mandó un balón entre el cielo y el larguero de la meta de Greif. Nadie en su sano juicio iba a salir de allí ya sin pensar que sería una noche para la historia. Por eso Nico volvía a peinar el balcón del área buscando el segundo y erraba el Mallorca en otra salida nerviosa. Y luego dejaba la estampa de la final el navarro con un túnel memorable y un eslalon en el que no se veía ninguna luz de remate.
Más lucidez pretendían agregar Valverde y Aguirre con las sustituciones, y al llegar al tramo final, con el aliento de la prórroga sobre la nuca cartujana, volvían los aplausos y los últimos resoplidos mientras el Athletic seguía sin ver el hueco y el Mallorca, el oxígeno necesario para alcanzar la portería contraria. Y un doble suspiro asediaba la grada vasca antes del pitido final del tiempo reglamentario: uno por el potente tiro de Vivian, y otro por un cabezazo de Nico que parecía ganador. Se iría la final a la prórroga. Y la volea de Muniain en su primer tiempo, directa a la grada de los bermellones. Igual que su justísima falta pegada al poste postrero. Vibrante como el gran testarazo de Morlanes antes de jugarse la parte final. Y piña para los de Valverde. Y cánticos que llegaban con la fuerza de las islas. Y a jugar con el alma, porque el alma era ya la que mordía en Sevilla. Y brazos a la cabeza cuando Nico tuvo la enésima. Igual que Muriqi. Pero se iba. Se iba a los penaltis. La mejor cara o la peor cruz. Y cara levantaba Muriqi marcando el suyo. Como Raúl García. Y retumbó la Cartuja para que Agirrezabala tapara el de Morlanes. Metía Muniain. De nuevo los ecos. Y Radonjic fallaba para locura vasca. Vesga caía en el suyo pero anotaba. Sánchez evitaba el caos. Pero Berenguer sentenciaba. Y era el fin de la historia de las historias. La que siempre se ha contado, hay que titularla otra vez: 40 años después, el Athletic vuelve a salir campeón de la Copa del Rey.
Ficha técnica
- Athletic de Bilbao Agirrezabala; De Marcos, Vivian, Paredes, Yuri (Lekue, m. 106); Prados (Vesga, m. 45), Galarreta (Unai Gómez, m. 79); Iñaki Williams (Muniain, m. 90), Sancet (Berenger, m. 90), Nico Williams; y Guruzeta (Raúl García, m. 90).
- RCD Mallorca Greif; Gio González, Valjent (Maffeo, m. 90), Raíllo, Copete (Nastasic, m. 108), Lato (Van der Heyden, m. 110); Darder (Morlanes, m. 62), Samú Costa, Dani Rodríguez, Dani Rodríguez (Radonjic, m. 72); Muriqi y Larin (Sánchez, m. 62).
- Goles 0-1: Dani Rodríguez (m. 15). 1-1: Sancet (m. 50).
- Árbitro Munuera Montero (Comité Andaluz). Amonestó con cartulina amarilla a Paredes, Muriqi y Radonjic.
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