polideportivo
Un benemérito hijo del rugby
El internacional Víctor Sánchez, ahora guardia civil de profesión, salvó la vida a una mujer en Ordesa

Tiene 24 años, pero unas vivencias que valen por toda una vida. Víctor Sánchez había dedicado su corta trayectoria al deporte hasta que hace cuatro encontró una salida profesional como guardia civil.
Santanderino de nacimiento aunque con fuertes raíces lebaniegas, a los 16 cambió el fútbol por el rugby en lo que fue una sabia decisión personal. Su llegada al Independiente le proporcionó unos valores que ya no ha abandonado. «Cuando llegué al rugby empecé a ir al gimnasio, a trabajar con un nutricionista y a tomármelo en serio desde el principio. Era la única forma de llegar a lo más alto», confiesa. Y por eso en sólo dos años ya estaba en el equipo de División de Honor y en la selección española sub 20. Se entrenaba a la vez con los equipos juvenil y absoluto en San Román mientras sacaba adelante sus estudios. Tanto esfuerzo dio sus frutos al alcanzar el campeonato de Europa en 2017 en Rumanía y en 2018 en Portugal.
Sin embargo, este ala rápido y explosivo al que su padrino Ramón picó con el veneno del rugby, tuvo que dar otro giro vital al entrar en la veintena. «Tenía que buscarme una salida laboral, porque de este deporte no puedes vivir, y decidí preparar una oposición para la Guardia Civil que terminé aprobando». Logró destino en Potes, y siguió jugando ya a menor nivel para no perder la forma.
Apasionado del rugby, ahora su mirada está centrada en la creación del equipo nacional de la Guardia Civil, que jugaría con la camiseta roja de los Leones. En esta nueva selección española podría unir los valores que traía de serie desde chico (el compañerismo, el sacrificio o el honor) con los meramente castrenses de preparación disciplinada y militar. «Yo creo que mi experiencia sería beneficiosa por mi provenir del mundo del rugby. Comparte los mismos valores del Cuerpo y eso ayuda», reconoce.
Un rescate inesperado
Víctor trabaja de patrullero en Potes, pero es un enamorado de la montaña. Por eso, en sus ratos libres no duda en cargar con una mochila y echar a caminar por el monte junto su novia, también agente. Y en una de esas excursiones tuvo que poner en práctica todo lo aprendido en cuanto a rescates. «Estábamos haciendo una ruta bastante conocida, la de cola de caballo en Ordesa, que está muy concurrida con gente en casi todas las cascadas para hacer fotos y demás». Y entonces, sucedió lo inesperado. «Justo delante de nosotros había una pareja de 64 años de Barcelona, y cuando la señora se acercó a hacerse una foto tuvo la mala suerte de pisar mal y caerse al agua. Lo peor es que se golpeó la cabeza contra una roca y se quedó en el agua boca abajo inconsciente mientras salía sangre de la cabeza».
Sin pensárselo dos veces, como impulsado por un resorte, el cántabro saltó al río para salvar a la mujer. «En esos momentos no piensas en nada, sólo en sacarla de allí lo antes posible porque la corriente se la llevaba a otra cascada. La arrastré hasta la orilla más cercana y luego ahí, al darle la vuelta, ya recobró el conocimiento».
A partir de ahí, realizó su labor de agente de protección ciudadana. «Lo primero fue estabilizarla, porque tenía un corte en la cabeza, un tobillo roto y la nariz entera abierta. Todo esto mientras recobraba la lucidez. Afortunadamente también había dos excursionistas que eran médicos y bajaron a ayudar mientras mi pareja se quedaba arriba coordinando la llegada de la asistencia medicalizada del helicóptero que llegó una hora después».
Lo mejor de las acciones altruistas es sentirse recompensado por un simple gesto o una palabra. «Una vez que el marido se recuperó del estado de shock se mostró muy agradecido, igual que sus hijos cuando hablaron con nosotros». Cuando rememora el momento, Sánchez cree que «lo más importante fue mantener la cabeza fría, porque ves el peligro y no lo piensas; reaccionas y ya está. No sé por qué, pero yo sabía de la gravedad del asunto y creo que hice lo correcto».
Esta acción trascendió de inmediato y los compañeros montañeros de la zona de Liébana también le felicitaron. Él, modestamente, piensa que «la enhorabuena se la tengo que dar yo a ellos, que lo hacen siempre. Yo estoy en seguridad ciudadana, en atención a vecinos, pero quienes trabajan en rescate de montaña lo hacen habitualmente. Nosotros estábamos allí fuera de servicio y cumplimos; pero el mérito es de quienes lo viven a diario».
Quizá esto le anime a pedir el traslado a esa unidad, algo que le han sugerido. «Hay varias especialidades que me gustan y es una de las posibilidades de futuro. Pero ahora estoy con la cabeza en el equipo nacional de la Guardia Civil que espero que se cree en breve». Más retos por delante.
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