'Tristán e Isolda', el Everest de la ópera
El Teatro Real presenta en versión de concierto la obra de Wagner, con dirección de Semyon Bychkov y Andreas Schager e Ingela Brimberg como protagonistas
El Teatro Real afronta la «temporada de la celebración de la normalidad»

El director de orquesta Semyon Bychkov la compara con una maratón; el tenor Andreas Schager la define como un Everest. Se refieren a 'Tristán e Isolda', la ópera que, en versión de concierto semiescenificada -«pero no semimusical», bromea el primero-, presentará el ... Teatro Real los días 25 y 29 de abril y 3 y 6 de mayo. Bychkov, miembro de la selecta aristocracia internacional de los directores de orquesta, es el director musical de estas cuatro funciones, cuyo reparto encabeza Shager, que encarna a Tristán. La soprano sueca Ingela Brimberg interpreta a Isolda, y el resto de cantantes son Franz-Josef Selig (Rey Marke), John Lundgren (Kurwenal), Neal Cooper (Melot), Ekaterina Gubanova (Brangäne), Jorge Rodríguez-Norton (Un pastor), Alejandro del Cerro (Un marinero) y David Lagares (Un timonel).
Cuando Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real, le pregunta al director ruso qué tiene de especial 'Tristán e Isolda', Bychkov sonríe y responde con un lacónico: «Todo». Tras unos instantes, extiende su respuesta. «Cambia la idea que tenemos de lo que es la música, algo que ocurre apenas un par de veces en cada siglo. En el siglo XIX, Beethoven lo hizo con la Tercera Sinfonía, la 'Heroica', y Wagner con 'Tristán e Isolda'. En el siglo XX Stravinski y Schönberg le dieron una nueva dirección a la música».
'Tristán e Isolda' es uno de los grandes monumentos de la historia de la ópera. Con música y libreto de Richard Wagner -sobre una leyenda medieval que llevó al papel Godofredo de Estrasburgo-, se estrenó en Múnich el 10 de junio de 1865. «A Wagner ni se le pasó por la cabeza revolucionar nada cuando compuso 'Tristán e Isolda' -explica Joan Matabosch-. Simplemente, como escribe Wilhelm Furtwängler, 'le interesaba encontrar la expresión adecuada. El hecho de que de este modo 'descubriera' el sistema cromático, con su prometedor futuro, era secundario para él; un mero accidente'. El caso es que, en efecto, quizás por un mero accidente, quizás porque ese audaz empleo del cromatismo, la modulación y la inestabilidad armónica expresaba con la máxima precisión ese amor imposible de los protagonistas, que únicamente puede realizarse más allá de la vida terrenal, Wagner anticipaba y abría las puertas a lo que sería el resquebrajamiento del sistema tonal».
'Tristán e Isolda', dice Bychkov, es «completamente cromática, un término técnico para describir que existe un estado de permanente conflicto que no encuentra solución hasta el último compás». Hay otro elemento que hace única a esta ópera, y «es que una historia sobre el amor, el aspecto fundamental de nuestra existencia; todo nace del amor y vive en el amor, y el conflicto que presenta la ópera lo hace aún más doloroso».
Andreas Schager -que se presentó en el Teatro Real precisamente con esta ópera hace diez años- abunda en esta idea, y apunta que es necesario pensar en el aspecto filosófico de 'Tristán e Isolda'. «Cada paso que damos en la vida nos conduce exactamente hasta el punto en que nos encontramos; eso le pasa a Tristán, y por eso creo que él tiene un final feliz, porque muere en los brazos de su amada Isolda».
Habla el tenor del reto que supone cantar esta ópera en versión de concierto: «el director de orquesta está detrás de los cantantes y debemos sentir lo mismo que él sin verlo; para eso no hay ensayos suficientes, hay que respirar a la vez haciendo música y confiar los unos en los otros». En lo físico, dice el tenor, los retos son grandes también; «hay que descansar uno o dos días entre las funciones y lo mejor es no hablar en absoluto -ríe-, y solo beber cerveza». Hay cantantes, revela Matabosch, que solo aceptan cantar un número determinado de funciones de este título incluso con los descansos pertinentes ¿Necesita una ópera como Tristán una preparación física especial». «Es como correr una maratón -responde Semyon Bychkov-. Los que corren largas distancias saben que no se pueden correr los 42 kilómetros la primera vez; hay que hacer diez e ir incrementando la distancia; y, de todos modos, cuando hagan la primera maratón, terminarán exhaustos y pensarán que no pueden repetirlo, pero lo harán. En la música, y es una sensación difícil de explicar, el cuerpo y el espíritu caminan juntos, créanme, y nos empuja».
«Naturalmente -añade Schager-, es importante estar en buena forma física cuando cantas papeles como Sigfrido o Tristán -que es un Everest para un tenor-, pero para mí es mucho más importante confiar en las emociones. La emoción marca el tono. Fijémonos por ejemplo en el llanto de un bebé; pueden llorar durante horas sin cansarse. Y los bebés son emoción cien por cien».
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