Cat Power le echa un pulso a Bob Dylan y ganamos todos
La cantante se luce en el Alma Festival recreando el legendario directo que el autor de 'Like A Rolling Stone' ofreció en Mánchester en 1966
The Divine Comedy, pop mayúsculo y elegancia burlona en el Alma Festival

Silencio, se crea. Y se recrea. Sonaba 'Visions of Johanna' y hacía tiempo (¿nunca?) que el Poble Espanyol no enmudecía de tal manera. Lo mismo con 'Desolation Row'. Y con 'Just Like a Woman'. Ni con el propio Dylan, que pasó por el mismo escenario ... hace ya tres lustros, se guardaron tanto las formas. Porque se balanceaba Chan Marshall bajo un foco cenital que iluminaba lo justo, miraba de reojo la cantante el atril que le recordaba las letras, y no se oía ni una mosca en la pista. Sólo aplausos al acabar y silencio respetuoso y ceremonial cuando entraban la guitarra y la harmónica y la cantante se deslizaba, sigilosa, por esa pronunciada pendiente que es el Dylan bisagra de mediados de los sesenta. El del folk encrespado y la electricidad lacerante; el de los hachazos en Newport y los puristas de la canción protesta haciéndose bola.
«Las canciones de Bob Dylan siempre nos llevan a un lugar que nunca habíamos visto antes, nos incitan a ir hacia el abismo, a un lugar donde puedes caer o volar, y despertar nuestra conciencia de alguna manera», dejó dicho Marshall, Cat Power como nombre de guerra y escenario, poco antes de subir el martes al escenario del Alma Festival. Dicho y hecho, ahí estaba la autora de 'The Greatest', equilibrista del abismo y estrella tirando a inestable, cayendo, volando y girando como un derviche a cámara lenta alrededor de uno de los grandes tótems de la historia del rock: el legendario concierto que Bob Dylan ofreció el 17 de mayo de 1966 en el Free Trade Hall de Mánchester. La consumación del cisma eléctrico. El renacimiento del bardo de Duluth como profeta del sonido salvaje y mercurial.
En 2002, Marshall aprovechó una propuesta de actuación en el Royal Albert Hall londinense (durante décadas la grabación pirata del concierto alentó el equívoco) para recrear íntegramente el show de Dylan y tanto se gustó en aquel reflejo que, además de publicar el directo, lleva desde finales del año pasado reconstruyéndolo noche tras noche. Siempre en el mismo orden en el que fue grabado. Con la sobrecogedora parte acústica primero y la borrachera de órganos, hammonds y chirriantes Telecaster a continuación. Con 'She Belongs To Me' remontando el desmayo acústico y 'Like A Rolling Stone' bullendo por millonésima vez con brío renovado. Con respeto, sí, pero sobre todo con arrojo y determinación.
Difícil misión, sin duda, la de medirse con un clásico de semejante envergadura sin salir trasquilada. Y, sin embargo, en este pulso que Cat Power le ha echado a la historia y al propio Dylan, gana ella y ganamos todos. Porque, además de una intérprete prodigiosa capaz de devolver a la vida canciones que el propio Dylan apenas interpreta ya en directo, Marshall sabe justo por donde romperle las costuras a las composiciones para meter la cabeza, jugar con las palabras y cambiar el patrón sin que apenas se note la diferencia. Anoche, por ejemplo, reinventó 'It's All Over Now Baby Blue' y 'Just Like A Woman' en clave íntima y extremadamente delicada pero sin apenas alterar el ADN del original; maravilló con una 'Desolation Row' de belleza hipnótica; y saboreó cada verso de 'Mr. Tambourine Man' como si nadie la hubiese cantado antes; como si los Byrds no hubiesen firmado ya la versión definitiva. Imposible no estremecerse con los latigazos de 'Leopard-skin Pill-box Hat' mientras un joven guitarrista emulaba al añorado Robbie Robertson y el resto de la banda templaba la crudeza original de The Hawks, primera encarnación de The Band.
Explicaba Marshall que lo que buscaba al regrabar el concierto de Dylan eran «rememorar ese momento específico en el que Bob puso la canción protesta y su espíritu idealista y crítico en el mapa de la cultura de masas y la música moderna volviéndose eléctrico», y aunque en Barcelona nadie le gritó «¡Judas!» cuando llegó la enigmática y memorable 'Ballad Of A Thin Man', sí que tuvo lo de la estadounidense algo de pequeña revolución. De foto fija con el foco desviado unas cuantas décadas en estos tiempos de presentismo perpetuo y futuro incierto; de homenaje a los maestros ahora que todo el mundo parece nacer aprendido y enseñado.
Fue, en efecto, un concierto como de otra época. Sin bises. Sin fotógrafos acreditados. Sin más palabras que los preceptivos agradecimientos, la presentación de la banda y ese «bailar, bailar» justo antes de 'Like A Rolling Stone', broche eléctrico a una noche mágica en la que Cat Power fue Bob Dylan, sí, pero sobre todo fue ella misma exhibiéndose como prodigiosa médium y artesana de las emociones de primera mano a partir de materiales prestados.
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