Lejos de ítaca
Mamá ha ganado el premio Nadal
Fraguado tras 150 horas de conversaciones entre hijo y madre, el manuscrito, sin vocación de novela, fue pasando de mano en mano por todos los miembros de la familia como un talismán
Jorge Fernández Díaz: «Sólo podía contar la vida de mi padre zurciendo la ficción con la realidad»

Jorge Fernández Díaz es flamante premio Nadal por una magnífica novela (historia de ficción) versada en los encuentros y desencuentros entre un hijo y su padre: 'El secreto de Marcial'. Sin embargo, este premio tal vez no había sido posible sin otro ... secreto, el de su madre, Carmina. Fraguado tras 150 horas de conversaciones entre hijo y madre, el manuscrito, sin vocación de novela, fue pasando de mano en mano por todos los miembros de la familia como un talismán, hasta que Gloria Rodrigué, legendaria editora de Sudamericana, lo pidió para leerlo en un vuelo. Durante el trayecto, ocurrió lo inesperado: la carpeta anillada, abierta para facilitar la lectura, resbaló del regazo tembloroso de Gloria, y las decenas de páginas sueltas alfombraron el piso enmoquetado del avión. La veterana editora, mientras se secaba las lágrimas de lectora emocionada, preparaba a treinta y tres mil pies de altura la publicación de este manuscrito familiar con la convicción de que lo que acababa de leer no era la memoria de la asturiana Carmen, sino la historia de la Argentina.
José Pablo Feinmann, filósofo y guionista argentino, es el dueño de las palabras que, creo, mejor definen este libro: «Mamá es tan simple y poderosa como la vida, pero la vida no está tan bien contada». Así fue como aquella entrevista íntima e inusual condujo a Jorge al territorio donde fraguó definitivamente su voz narrativa: un lugar duro, enrevesado y sutil de fronteras difusas entre épica y ternura. Su madre era esa mujer que hizo llorar a su psicoanalista con una historia construida desde su tristeza honda, estructural, germinando lenta durante décadas; primero en la desolación abstracta de aquella niña de 15 años a bordo de un barco cargado de inmigrantes y después en los años de exilio, donde los jirones de felicidad que pudo arrancarle a la vida nunca sirvieron para cubrir la desnudez del desarraigo.
Y a pesar de todo, 'Mamá' no es una historia de tristezas sino un ejercicio involuntario de perfección narrativa, que es la forma escrita de la felicidad en estado puro: «Si vas a escribir algo sobre este momento te pido que pongas la verdad -me advirtió levantando el dedo- ¿Y cuál es la verdad, mamá? -Que ahora soy completamente feliz. Lástima que soy vieja».
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