El más allá de Urtasun
El ministro retira momias de las salas del Arqueológico Nacional y el Museo de América, después de cambiar cartelas y ocuparse de lanzar la lógica de descolonización
Cultura inicia la retirada de restos humanos de los museos nacionales
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El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, ha terminado con el largo proceso de globos sonda y silencios sobre el destino de la momia guanche del Museo Arqueológico Nacional (MAN), que se solventa con la decisión política de que pase a mejor vida, es decir al ... más allá dispuesto por el señor ministro fosor. Abandonará la sala de exposición (parece que de momento tampoco viajará para exponerse en Tenerife, como pedía el Cabildo insular, pero todo es posible) y será recluída, o 'inmuseada', en los almacenes, a disposición de investigadores y descendientes del «grupo étnico de origen» que representa.
En ABC llevábamos año y medio preguntándole a Ernest Urtasun en cada oportunidad que nos brindaba por este tema y hasta hoy no había dicho ni esta momia es mía. Tampoco hay más pistas sobre cómo se ha hecho el informe técnico y recuento de restos afectados, un debate interesante porque invoca criterios bien conocidos como los del ICOM, eso sí, en una interpretación de nuevas sensibilidades.
Los ritos funerarios definen las comunidades humanas y, como tales, son el cimiento de la arqueología y paleontología. El conocimiento sobre muchas civilizaciones, de las que no se sabe casi nada, procede del estudio de sus enterramientos. No hay nada nuevo bajo el sol. Escribió Francisco de Quevedo en 1621 aquello de que «la muerte no la conocéis, y sois vosotros mismos vuestra muerte». Y también dijo en ese 'Sueño de la muerte' que «la calavera es el muerto y la cara es la muerte y lo que llamáis morir es acabar de morir y lo que llamáis nacer es empezar a morir y lo que llamáis vivir es morir viviendo». .
El Ministerio de Cultura adopta ahora una nueva interpretación de los acuerdos del ICOM, la organización internacional de los museos de la ONU, sin que el ICOM haya actualizado los acuerdos que van desde 1984 hasta 2004. Quienes estuvieron presentes entonces (o estuvimos pendientes para informar) sabemos que quedaron establecidas unas normas: que las momias (en especial las egipcias, pero no sólo) se mostrarían con la máxima dignidad, no con espectacularidad, y que no estarían en un lugar central del recorrido, sino en una sala en la que el público pudiera verlas sólo si así quería. El ICOM egipcio se negó a retirarlas y por ello ha modernizado su exposición en el Museo de las Civilizaciones. Así también fue en el MAN, que las instaló en una sala apartada y a la guanche la sometió a un tratamiento de iluminación tan discreto que hay quien pasa a su lado sin verla.
Aunque no lo hagan los políticos, en sentido quevedesco, la ciencia sí debe seguir aprendiendo de las Momias. El MAN realizó un estudio de sus momias con las más avanzadas técnicas de radiodiagnóstico que ya fue publicado en revistas científicas y del que dimos buena cuenta en ABC con un reportaje a pie de TAC en la clínica Quironsalud. El estudio se publicó dos años después, contando secretos que justifican sobradamente el interés de estas piezas.
El ministro fosor no se ha conformado con este primer paso. A la dulce momia guanche, en su sueño eterno, le seguirán cuantos restos humanos haya en los museos nacionales que dependen de su poder, salvo los que están formados por cabellos, uñas y dientes «desprendidos o entregados voluntariamente» (es que tiene guasa el ministro, no me digan), porque son cosas que se salvan por los pelos, ya ven.
Hay un punto de política espectáculo en todo esto. La escenografía, ese silencio hamletiano de Urtasun durante año y medio, y esta decisión sorpresiva resultan muy vistosos entre los grupos 'decoloniales'. Por si acaso, su segundo en el Ministerio, Jordi Martí, establece en declaraciones a La Vanguardia que «debemos sacar» esa lógica anticolonial de este asunto, abordar los restos humanos y retirarlos de la exposición, vengan de donde vengan. Por si alguien piensa en la momia de Franco, quede claro que no hablamos del mismo empeño gubernamental.
De hecho, además de la digna señora guanche del MAN se van a opacar las vitrinas del Museo de América donde se aprende de las momias peruanas de Paracas, que serán invisibles al otro lado de un cristal esméril, como en un escusado... Están, y ya es casualidad, en la sala del Tesoro Quimbaya, ese que Urtasun querría devolver ilegalmente.
Estoy de acuerdo con la modernización de los discursos museísticos, que deben hacerse para el presente, pero dudo mucho que esa nueva sensibilidad que se invoca para la retirada de estos restos arqueológicos y que empieza precisamente por los dos museos más señalados por las ambiciones políticas de Sumar y de Urtasun por temas de devoluciones (siempre se invoca la Dama de Elche), y asuntos decoloniales varios, tenga solamente un objetivo científico. Parece que determinados Museos Nacionales les molestan, por su discurso o su origen, por su manera de explicar nuestra historia. Tal vez para ellos, como para las momias, ya se esté pensando un nuevo más allá.
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