CRÍTICA DE:
'El vuelo del hombre', de Benjamín G. Rosado: privilegios del narrar
Narrativa
Con su ópera prima, ambientada primero en Chile y luego en la selva colombiana, el escritor abulense se ha alzado con el Premio Biblioteca Breve 2025
Otras críticas del autor
Por fin un joven escritor, en su ópera prima, se atreve a entregarse a la narración novelesca pura, a ese artificio de crear y crear mundos con historias que se van entrelazando sin otra magia que el arte de contar.
He quedado gratamente sorprendido ... porque una novela así la haya escrito un narrador español, nacido en Ávila en 1985. Si no viniera en la solapa o lo hubiera conocido por la promoción editorial de haber ganado el premio Biblioteca Breve, habría asegurado que era hispanoamericano, puesto que allá, han quedado resguardados principalmente los tesoros de la sabiduría narrativa en español.
NOVELA
'El vuelo del hombre'

- Autor Benjamín G. Rosado
- Editorial Seix Barral
- Año 2025
- Páginas 373
- Precio 20,90 euros
No será casualidad seguramente que Benjamín G. Rosado haya decidido ambientar su novela primero en Chile y luego en la selva colombiana, donde se ha refugiado, con el nombre de realismo mágico los privilegios del arte de contar. Mete al lector en una trama que va enlazando casualidades, y lo hace muy bien hasta casi el final, cuando decide una vuelta de tuerca quizá excesiva, incluso para un lector como quien escribe, al que ya tenía entregado.
Esos quiebros últimos, que no se preocupan de la verosimilitud, con algún elemento maravilloso entrelazado, hace que la novela abandone sin justificación algunas tramas anteriores que habían dado buen resultado, como es la historia amorosa neoyorquina recorrida además con el tiento no fácil de conseguir de los espacios de Manhattan o Brooklyn, que el lector reconoce bastante bien pateados.
Urde casi un cuento alrededor de un tema, el del artista literario que había tenido éxito con su primer libro y no sabe o puede continuar
Igual ocurre con la temática aneja a ese deambular como es la creatividad de los medios culturales, los mercados del arte, y el nervioso crepitar de una urbe que no duerme, porque tiene a artistas velando conjurar fracasos y un capitalismo que ha sabido explotar incluso el arte y la edición, asomado además como hace la trama a los nuevos desafíos de la creación de instrumentos por vía cibernética.
Benjamín G. Rosado narra todo esto con una naturalidad que lo aleja de la estética posmoderna habitual en estos escenarios. Prefiere hacerlo con el modo de contar premoderno, urdiendo casi un cuento alrededor de un tema por otra parte magnífico como es el del artista literario que había tenido éxito con su primer libro y no sabe o puede continuar. Cuando creíamos estar ante un tema norteamericano posmoderno, la novela da un giro y nos manda a la selva colombiana donde vamos descubriendo el motivo de la incapacidad de escribir de Diego Marín, el protagonista.
Desde el Nueva York del futuro parece que damos un salto al pasado, por vía de un intermedio bastante bien contado de pioneros de la aviación, fortunas cafeteras, y reductos de una sociedad y una aldea, denominada Mitú, anclada en el pasado, donde la novela da un giro hacia otra aventura amorosa, con Cati, y su niña Valentina, y la explicación final de todo. Es el artificio de la caja china, de un embrión nace el siguiente, de una historia se precipita otra, que además tiene como tema precisamente la necesidad de componer, y resulta por tanto metaliteraria.
Qué pena, ya digo, que, entusiasmado por su capacidad, Benjamín G. Rosado haya sido atrapado por su propio arte, que se habría beneficiado de una contención que evitara el golpe de gracia último que explica la muerte y resurrección de cada uno, quién es Cati (Kattie), quién es Lucho, y donde nos encontramos al final. Le pasa a esta novela quizá lo que a un buen prestidigitador; el último número no era ya necesario para el aplauso del público.
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