el animal singular
Juicios y prejuicios de lectura
Se discute si debe publicarse cierto libro en España. Cada lector hace de juez y parte, como a mí me pasó con Paul Auster o a este con Borges
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Ahora que en estos días en España se discute si se debería o no publicar cierto libro, me ha dado por pensar en cómo cada lector interioriza este conflicto, haciendo de juez y parte al momento de escoger y descartar sus lecturas. ¿Qué determina ... que no leamos a determinado autor? Si la memoria humana no fuese tan falible, estoy seguro de que con un poco de esfuerzo podríamos rastrear el origen de cada filia y de cada fobia.
Mi relación con la obra de Paul Auster es buen ejemplo. La ocasión de esta reflexión me la brindó Cristina Consuegra al invitarme a participar en una actividad titulada ‘Paul Auster: el hombre de la mirada cinematográfica’, lo que me llevó a releer algunas cosas de Auster y a leer otros títulos suyos que no conocía.
Al participar en este evento me sentí un impostor, pues mi relación con la obra de Auster no había sido constante ni fluida. De hecho, la había retomado apenas en enero de 2024, después de muchos años sin interesarme por nada suyo, cuando compré ‘Baumgartner’, incitado por un ánimo un tanto macabro de leer lo que parecía (y en efecto fue) su última novela. Y, también, por la belleza de la portada de la edición en inglés, que vi en la Casa del Libro de Málaga.
Borges dijo que no acostumbraba a insistir con un autor cuya primera lectura no le hubiera entusiasmado
Recuerdo que, a comienzos de siglo, en Venezuela, Anagrama era la editorial de referencia para los lectores más exigentes, y Auster, uno de sus autores emblemáticos. Las novedades suyas que llegaban a Caracas pertenecían ya a la quinta o sexta edición, lo cual acentuaba mi afán por estar al día. Por esa misma época, estaba escribiendo mis primeros cuentos y, en determinados círculos, si no habías leído ‘La trilogía de Nueva York’, no te estabas enterando de nada.
Fue en mi primer y hasta ahora único viaje a Buenos Aires, en 2005, cuando me compré la famosa trilogía y ‘La noche del oráculo’, que acababa de salir. Ninguno me gustó. Un par de años después, leí una entrevista hecha por Tomás Eloy Martínez, en la que Auster decía que Borges era «un escritor menor genial. Su mayor fuerza radica en el hecho de que conocía sus límites. Ni siquiera intentó escribir novelas, no podía hacerlo». Aquello bastó para sepultar a Auster por muchos años.
Recuerdo que, más o menos por ese entonces, leí en una novela de Alejandro Zambra que un personaje se refería a Auster como «un Borges pasado por agua», con lo que me di por vengado y satisfecho. También influyó el propio Borges, que dijo que no acostumbraba a insistir con un autor cuya primera lectura no le hubiera entusiasmado. Y como todo lo que decía Borges era para mí (y en parte, todavía es) palabra sagrada, pues no insistí más con el célebre escritor de Brooklyn (o que vivía en Brooklyn).
Por supuesto, la frase de Auster es una soberbia necedad. No solo por el desatino de catalogar así a Borges, sino por el argumento venal de identificar la escritura de novelas con grandeza literaria. Como si el genio dependiera del número de páginas. Sin embargo, con el tiempo he comprobado que la frase de Borges tampoco es una verdad definitiva. El perro de las 3 y 14, visto de perfil, no es el mismo perro de las 3 y 15, visto de frente, dijo Funes, el memorioso.
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