Donde habita el olvido / Mar de Kara
Chernóbil bajo el océano
Decenas de reactores y miles de contenedores nucleares yacen en los fondos submarinos del Ártico
Un penal en el infierno
El infierno bajo los pies

El mar de Kara, con una superficie superior a España, está situado al norte de Siberia en el Ártico. Bautizado hace cinco siglos como el 'Mare Glaciale', recibe las aguas de los ríos Obi y Yenisei. Era hasta hace muy poco una zona pesquera ... con importantes yacimientos de petróleo y gas. Hoy es un vasto almacén submarino de residuos nucleares.
El Gobierno de Yeltsin publicó un informe en 1993 en el que reconocía que la Armada soviética había hundido al menos 16 reactores nucleares, la mayoría procedentes de submarinos, bajo las aguas del Kara, a una profundidad entre 100 y 300 metros. A partir de 1965, las autoridades de Moscú decidieron eliminar viejos buques, submarinos y reactores de la flota del Norte, con sede en Múrmansk, en esta zona del Ártico. Miles de contenedores con residuos nucleares y tóxicos fueron también arrojados al fondo del mar entre 1970 y 1990.
A finales de los 80 no había recursos para desmantelar su gran flota que había quedado obsoleta. La solución fue hundirla en alta mar
Un reciente informe científico publicado por 'The Guardian' alertaba del peligro de una catástrofe ecológica por la degradación de los vertidos nucleares que, a causa de la corrosión de los metales, está empezando a contaminar el mar de Kara, donde hay claros signos de radioactividad. Se calcula que el material nuclear submarino podría liberar una radioactividad equivalente a la de seis bombas de Hiroshima.
No hay más que descender a las profundidades para poder fotografiar los buques y submarinos oxidados que descansan sobre el fondo del océano, algunos con misiles nucleares y el combustible de sus reactores. Este enorme cementerio atómico ha sido comparado con Chernóbil, aunque resulta mucho más peligroso que la central ucraniana, dado que la salinidad del mar va corroyendo las cubiertas de las naves.
Aunque algunas expediciones han explorado el mar de Kara en los últimos años, nadie sabe con exactitud lo que ocultan las aguas. La Unión Soviética llegó a tener 250 submarinos nucleares, que tenían una vida media de tres décadas. Sus restos eran desguazados, pero sus reactores nucleares fueron arrojados al fondo del océano tras ser cortados en bloque.
El submarino nuclear K-27, botado en 1962 y conocido como Nagasaki por sus fallos de seguridad, fue hundido en el mar de Kara en 1980 tras ser sellados sus compartimentos radioactivos. El gigante, de 110 metros de eslora, yace a una profundidad de 33 metros, algo que vulnera las normas de la Agencia Internacional de la Energía Atómica. Las últimas mediciones no han arrojado indicios de radioactividad.
La Unión Soviética decidió iniciar un programa masivo de construcción de submarinos nucleares a finales de los años 50 en la época de Kruschev. Disponían de una tecnología muy avanzada de navegación y detección, lo que llevó a la Armada estadounidense a impulsar el desarrollo de nuevos modelos para neutralizar el dominio de su adversario.
A finales de los 80, coincidiendo con el declive soviético, la inmensa flota del Kremlin era ya obsoleta e ineficiente, pero no había recursos para desmantelarla. Muchos buques y submarinos fueron abandonados cerca de bases como la de Múrmansk, que se convirtieron en enormes cementerios. La solución fue hundir esas naves en alta mar.
No resulta exagerado afirmar que las gélidas aguas del mar de Kara, exploradas por navegantes holandeses en el siglo XVII para buscar una ruta comercial entre el mar del Norte y Extremo Oriente por Siberia, son una amenaza para todo el planeta si no se extraen esos residuos nucleares que ya contaminan sus aguas y provocan daños irreversibles en la flora y la fauna de la zona. «Son una especie de bomba de Hiroshima sepultada en el océano», dijo hace pocos meses Evgeni Markov, un físico ruso. Nadie parece haberle escuchado.
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