CRÍTICA DE:
'Cartas de un cristiano impaciente', de José Jiménez Lozano: una obra frágil, hermosa, definitiva
ENSAYO
¿De qué nos hablan estas cartas de un cristiano impaciente? De una época de profundas mutaciones en la historia y en la Iglesia
Otras críticas del autor
El periodista, escritor y poeta José Jiménez Lozano (1930-2020)
El periodista, escritor y poeta José Jiménez Lozano (1930-2020) aún no ha sido sentenciado por la historia o por vaya usted a saber quién. Sus fieles lectores no lo permitiremos. Llevamos varios meses en los que, además de la edición de sus 'Obras ... Completas' a cargo de la Fundación Jorge Guillén, aparecen antologías por doquier. La que nos ocupa, estas cartas de un cristiano que además de impaciente está perplejo, aglutina una «modesta selección» de sus artículos en la catalana revista 'Destino' desde enero de 1965 a abril de 1968, realizada por el profesor José Bernardo San Juan y la periodista Preslava Boneva.
La vida periodística de Jiménez Lozano se cruza, en sus primeros compases, con la de Miguel Delibes. Y con la de José Luis Martín Descalzo, a quien sustituyó en la columna 'Cosas de Dios' de 'El Norte de Castilla'. Una constelación de lujo que dio muchas alegrías a las letras y a la renovación del pensamiento social cristiano.
ENSAYO
'Cartas de un cristiano impaciente'
- Autor José Jiménez Lozano
- Editorial Verbum
- Año 2023
- Páginas 289
- Precio 21,90 euros
Enseguida la columna de Jiménez Lozano empezó a tener éxito de prensa y público. Fue entonces cuando Delibes le recomendó a Vergés, factótum de la revista y de la editorial 'Destino'. La primera carta que escribió el autor de 'El Mudejarillo' en 'Destino' data del 8 de agosto de 1964. Se publicó bajo la bóveda de 'Cartas de un cristiano impaciente'. Luego cambiaría el título de sus columnas. A partir de 1975 se llamarían 'Hombre y época'. Más tarde 'Rojo y negro' hasta 1980.
Jiménez Lozano había sido enviado, por Delibes, a cubrir informativamente el Concilio Vaticano II a partir de la segunda sesión. Llegó a Roma con la insaciable curiosidad e inquietud que le caracterizaban. Allí hizo profesión perpetua de apertura mental, de libertad intelectual, de independencia de criterio. En una de las múltiples entrevistas que le hicieron en los últimos años de su vida confesó que «fui un integrista, como muchos. ¿Acaso no se nos había enseñado y calado hasta los tuétanos que esa era la razón de lustra existencia? Tuve suerte de conocer a muchas gentes. Leí a Bernanos, al joven Mauriac, a Unamuno…». Y, claro, mudó.Miguel
Su vida periodística se cruza, en sus primeros compases, con la de Miguel Delibes
¿De qué nos hablan estas cartas de un cristiano impaciente? De una época de profundas mutaciones en la historia y en la Iglesia; de la liberación de la fe de las adherencias históricas; de personajes inolvidables de la historia de las creencias; del sentido de una radical esperanza; de la tolerancia; de la libertad de conciencia; de las relaciones entre la Iglesia y el Estado –uno de sus temas preferidos-; de los estadios de conciencia de los cristianos, de los papas, de los obispos y demás familia; del ateísmo; de la responsabilidad de los creyente ante los que no creen; del jansenismo —cómo no—; de Erasmo, por supuesto; de cómo aplicar el Vaticano II; de Galileo, Fray Luis….; de la vida que trasciende a la vida.
Como señala Daniel Capó en el prólogo a estas esencias «jiménezlozanistas» «atravesamos el tiempo persiguiendo un rastro que nos hable de los verdadero: ¿quiénes somos, hacia dónde nos dirigimos? ¿Por qué el mal, por qué la culpa? Y también, ¿cómo encarnar aquello que profesamos sin mentir ni ceder al tedio nihilista de la uniformidad?». La obra de Jiménez Lozano: frágil, hermosa, definitiva.