ESPAÑA CAÑÍ
El bailaor, ese pariente del aire
Antonio Gades, naipe alto, y no infrecuente, de una baraja del hondo folclore español, que tiene en el flamenco su énfasis de oro
Almagro difunde el legado de Antonio Gades y su relación con los clásicos

En este Antonio Gades llevaba siempre un jersey de pobre, que era y no era siempre el mismo, salvo si salía a escena, donde era un ángel macho, y con traje. Llegué a tratarle lo justo, allá en las últimas auroras de su vida, ... mientras él hacía algún casting para reeditar 'Fuenteovejuna'. Ya estaba muy tocado de cáncer, hablaba poco, y escogía con un solo reojo de acierto pleno las bailarinas primeras, que prefería rubias. En alguna de aquellas tardes de encuentro, se lo pregunté: ¿Y qué es el baile, maestro?
-El baile es mover el ánimo.
Lo decía como si prefiriese estarse callado. El ánimo ya no le bailaba. Después de Gades, que ha sido del Nureyev del flamenco, han venido otros bailaores célebres, como Joaquín Cortés, Farruquito, Canales, Rafael Amargo o Antonio El Pipa. Cito a los más resonantes, o conocidos, por ilustrar, pero el bailaor es naipe alto, y no infrecuente, de una baraja del hondo folclore español, que tiene en el flamenco su énfasis de oro. Algunos de los citados han vivido a bordo de polémicas diversas, pero han sido y son el verano del baile, unos rebeldes del vértigo, los albaceas del arrebato.
Más allá de Farruquito, está su hermano, Farru, y Barullo y José Maya, que traen todas las luces de los que bailan porque sí, bajo el difícil aire de la naturalidad, con arabesco de tacón y magia doblada de rabia, o al contrario. Usan la precisión del desmelene, cuando toca, y luego una elegancia casi imposible, porque son jóvenes, aún, y a la juventud le cuesta ser elegante, incluso en el baile, o aún más si bailan. Joaquín Cortés es un macho con alas, y un gitano de la estirpe del talento, que a veces desaparece, pero siempre está ahí. Ha ejercido de «moreno de verdes lunas», vestido por Armani, mientras Naomi Campbell pasaba por él penas de amor, y hasta le daba a los frascos nocturnos.
Gades fue un magisterio, y fundó compañía, que es un atrevimiento que suele salir mal, más tarde o más temprano
Antonio Canales tuvo un momento de oro, pero luego se perdió por los desfiladeros de la excentricidad y las peluquerías de la telerrosa. A mí los del gremio, que a veces iban a su aula, en Madrid, me confesaban a menudo que era un genio. Trabajó bajo el plenilunio del instinto y le cobraba a su alumnado una bolsa de lentejas. A veces el bailaor se sale a taconear lejos del oficio, y los papeles del arte no lo acogen sino más bien los papeles de la sorpresa, o el susto. Eso, o directamente los papeles de sucesos. Pasó hace poco con Amargo. Y en su día pasó con Farruquito, que cumplió cárcel. Antonio Gades fue un magisterio, y fundó compañía, que es un atrevimiento que suele salir mal, más tarde o más temprano. Amargo gustaba mucho de hacer coreografías de provocación, más allá de la coreografía propiamente dicha, que ha sido lo suyo, desde niño. En 'Poeta en Nueva York' enramó el flamenco con el cine, y luego, en 'Enramblao', subió al escenario prostitutas, yonquis, mimos y otras dolientes criaturas de la calle. Fue algo así como pluriemplear de su mano a las lumis en el Liceo o en el Tívoli. A Antonio Gades lo apadrinó Alberti, en Roma, y dejó un museo de su arte, y el de otros, en la película 'Flamenco'. Farruquito viene del sur, y también del sur interior. Sobre todo del sur interior. Es la suya sangre de bulería, pero a esa herencia le borda la imaginación de la novedad, más guiado de las ricas intuiciones propias que de los dictados de la moda o de las modas. Joaquín Cortés no es sólo un guapo de látigo que gasta ropero de Armani. Siempre barajó novias como baraja bulerías, pero yo nunca dejé de verle un apolo solitario de Córdoba, tan novio de sí mismo.
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