ABC MADRID 15-01-1978 página 111
- EdiciónABC, MADRID
- Página111
- Fecha de publicación15/01/1978
- ID0001240125
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las intransigencias del protocolo. Así ocurrió. Enamorado de una condesa de mediano rango, decidió unirse a ella ante el altar. Celoso cumplidor de las exigencias de la alcurnia, el anciano Emperador se opuso tercamente a la boda, como había hecho con su hijo Rodolfo, heredero del Trono; así se generó la tragedia de Mayerling. El Emperador no parecía sentir afecto por Francisco Fernando, el heredero que el destino le deparaba; tenía ya aquél más de setenta años y mantenía inflexiblemente su veto al matrimonio del archiduque. Poeo antes de ser asesinado, una bomba había estallado junto al coche del archiduque sin que él ni su esposa resultaran heridos una ceremonia oficial en tierras de! Imperio. Tan alta estirpe sólo Je había sido concedida en Bucarest y en Berlín. Francisco Fernando e r a esencialmente pacifista. Un gitano le vaticinó que sería causa de una devastadora guerra, lo que le sorprendió, y consideró irresponsable profecía. Su mayor aspiración era fortalecer el Imperio sin lanzarse a aventuras bélicas. Su política interior se concretaba en desgajar fa Transilvania de Hungría, acercar a Rumania ai Imperio que él iba a regir y coronarse en Praga con el fin de dar satisfacción a ios deseos de los checos. La viva preocupación por su patria le inspiraba planes concretos para consolidar aquella gran construcción política en la que trabajaban las termitas. ción de los imperiales viajeros, porque la visita era de específico carácter militar. El centenar y medio de policías tenían el encargo habitual de mantener el orden en las calles. Se veían muy pocos soldados; la carrera señalada a la comitiva no se hallaba cubierta por las tropas, a pesar de que el visitante era el heredero de la Corona. Ninguna medida especial o extraordinaria había sido tomada para la recepción de los archiduques. La llegada de Francisco Femando y de su esposa fue señalada por vítores y aplausos. Los visitantes iban acompañados por el gobernador de Bosnia y Herzegovina. A medida que avanzan hacia el centro urbano aumentan los aplausos y la muchedumbre. Son momentos felices para el archiduque, porque en la ceremonia oficial se s i e n t e acompañado por su amada esposa Sofía, que sabe mantener su papel con sobria dignidad. Faltan pocos minutos para las once cuando la comitiva oficial se aproxima a la residencia de la ciudad. El Ayuntamiento se halla engalanado. El creciente entusiasmo popular se ve trágicamente do- minado por una fuerte detonación producida en el lado derecho, el que ocupa el ¡heredero del Trono imperial. Sobre la portezuela del coche ha tropezado algo que rebota en el suelo. A los pocos instantes estalla una bomba. El séquito se paraliza. Dos personalidades de la comitiva han resultado heridos. El archiduque se mantiene sereno, casi inalterable, y ordena que los heridos sean auxiliados; un teniente coronel es el herido más grave. Se produjo una enorme confusión que el criminal aprovechó para intentar la fuga, pero fue perseguido y finalmente apresado. Era un joven tipógrafo servio. Entretanto la comitiva se había rehecho y los archiduques llegaban a) Ayuntamiento, donde se celebró la brillante ceremonia oficial. Francisco Fernando ironiza a n t e las autoridades: ¿Tienen ustedes por costumbre recibir con bombas a sus invitados? El alcalde no ha recobrado aún la serenidad y está pálido e intranquilo, pero se domina y pronuncia las palabras de bienvenida. El archiduque contesta con voz ligeramente alterada. La ceremonia no íha logrado superar la tensión engendrada por el atentado. Renuncia al Trono de sus descendientes El archiduque mantuvo tercamente su derecho al amor. Dos días antes de la boda, en el salón de Consejos de Hofburg y en presencia del Emperador, se efectuó una dolorosa ceremonia: la solemne renuncia al Trono de todos los hijos que el archiduque pudiera tener de su matrimonio c o n la condesa Sofía. Francisco Fernando conservaba sus derechos sucesorios, pero sus descendientes quedaban radicalmente excluidos de la Corona de los Habsburgo. Í matrimonio conoció la felicidad y tuvo hijos sanos, obedientes y afectuosos. El archiduque logró que su ejemplar esposa fuera elevada al rango de duquesa. Pasados los años, Alemania dispensó a aquélla un recibimiento muy afectuoso y la Emperatriz la recibió en sus salones privados. El Emperador Guillermo II la distinguió con su cordialidad desde los primeros momentos, lo que movió la gratitud y la amistad del enamorado archiduque. Violento contraste con la tenaz severidad del Emperador Francisco José, tenazmente atenido a las exigencias del ceremonial que prescribía que la esposa del archiduque, en las ceremonias palaciegas, pasara detrás de las personas de sangre azul. Aspiración natural del enamorado archiduque era que su esposa alcanzara rango imperial y que su primogénito fuera reconocido como heredero del Trono. El viaje a Servia resultaba en este aspecto muy importante. Nadie previo que iba a resultar trágico, de larga onda sangrienta, origen de una aterradora conflagración mundial. El archiduque acudía a pasar revista a dos cuerpos del Ejército austro- Jiúngaro. Su esposa viajaría después a Sarajevo y aparecería junto al archiduque, por primera vez, en Vítores y falta de vigilancia Sarajevo presentaba inquietante y extraño aspecto ante la llegada de los archiduques de Austria. 1 jefe de Policía observó con sorpresa la abundancia de visitantes extranjeros en las calles. El Ejército tenía a su cargo la protec- El gobernador, responsable histórico del magnicidio l a muchedumbre aplaude y vitorea cuando los imperiales viajeros abandonan el Ayun- Francisco Femando con su esposa, la duquesa Sofía, y su hijo, el principe Maximiliano Carlos. 16