El pergamino secreto que se guardó en la última sepultura de Goya
El 29 de noviembre de 1919 se trasladaron los restos del genio aragonés hasta la iglesia de San Antonio de la Florida

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«Ya tenemos en tierra de España (...) el esqueleto de D. Francisco de Goya y Lucientes, que ha estado más de medio siglo enterrado entre "gabachos"», celebraba en las páginas de «Blanco y Negro» el escritor aragonés Eusebio Blasco en 1899, a pesar de que el esqueleto venía sin cabeza. «Con cabeza o sin ella -añadía-, los restos de Goya debían volver a la madre patria y ahí están. ¡Trabajo ha costado!».
El genial pintor de Fuendetodos falleció en Burdeos a los 84 años y fue enterrado en el cementerio de La Grande Charteruse, en la misma sepultura donde había sido inhumado pocos años antes su amigo Martín de Goicoechea. Allí permaneció hasta que Joaquín Pereyra, cónsul español en Burdeos, descubrió su tumba en 1880 en estado ruinoso y comenzó a mover los hilos para su traslado a España.
Hubo que esperar ocho años a que por fin se abriera el sepulcro y cuando finalmente se llevó a cabo la exhumación, se descubrieron dos cajas sin identificar. Por el tamaño de los huesos se concluyó cuál debía corresponder a la de Goya y se descubrió con sorpresa que faltaba la cabeza. «Todo induce a creer que a Goya le enterrarían decapitado, bien por un médico o por algún furibundo amador de notabilidades», anotó entonces Pereyra, quien informó en un telegrama a Madrid: «Esqueleto Goya no tiene cráneo». La respuesta del Gobierno no se hizo esperar esta vez: «Envíe Goya con cráneo o sin él». Y así se hizo. Para no incurrir en ningún error, se trasladaron ambas cajas, la que se creía de Goya y la de Goicoechea, que llegaron a España en 1899.
Los restos de Goya reposaron en el panteón de Hombres Ilustres de la Sacramental de San Isidro, hasta que el 28 de noviembre de 1919 fueron nuevamente exhumados. Hacía tiempo que Alfonso XIII quería restaurar la ermita de San Antonio de la Florida y rendir un homenaje al gran pintor español trasladando allí sus restos. Era un asunto que había tratado con diferentes ministros de Instrucción pública. Prado y Palacio llevaría felizmente a término el propósito del monarca en aquel noviembre de 1919.
En presencia del ministro y diversas personalidades, el féretro fue sacado del panteón y conducido a una de las capillas particulares del cementerio, precisamente junto al nicho de la duquesa de Alba. Allí fue abierta la caja de plomo en cuya parte superior se leía, en letras grandes, el nombre «Goya». Ésta que contenía otra, también de plomo y dentro una tercera de madera donde se encontraban los huesos del pintor. «La caja que contiene éstos es de unos 40 centímetros de larga por unos 20 de ancha», anotó ABC.
Tras el responso que rezó el capellán de la Sacramental al descubrirse los restos, el ministro se cercioró de que eran los de Goya y se volvieron a cerrar las cajas, soldándolas de nuevo.
Al día siguiente, los restos fueron trasladados en un camión de la compañía de Pompas fúnebres a la iglesia de San Antonio de la Florida, donde esperaban el marqués de Torrecilla, en representación del Rey, el alcalde de Madrid, Garrido Juaristi, y diversas personalidades de la política y el arte como Eduardo Dato, el conde de Romanones, Mariano Benlliure o Joaquín Sorolla.

Una vez estuvo la caja en la iglesia, el obispo de Madrid-Alcalá entonó un responso y se colocó en una fosa abierta. A continuación, los asistentes firmaron el acta redactada por Jacinto Octavio Picón. El artístico pergamino a dos tintas, que fue depositado en una caja aparte en la sepultura, decía así: «Reinando Alfonso XIII, siendo ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes don José del Prado Palacio, y por iniciativa suya, los restos mortales de don Francisco de Goya se trasladaron a esta iglesia de San Antonio de la Florida el 29 de noviembre de 1919, desde el cementerio de San Isidro, donde fueron sepultados al traerse de Burdeos en 11 de mayo de 1900.
Faltan en el esqueleto la calavera, porque al morir el gran pintor, su cabeza, según es fama, fue confiada a un médico para su estudio científico, sin que después se restituyese a su sepultura, ni por lo tanto se encontrara, al verificarse la exhumación, en aquella ciudad francesa.
Aparte, en caja de plomo, vinieron al mismo tiempo que los de Goya los restos de su amigo don Martín Miguel de Goicoechea, nacido en Alsasua el 7 de octubre de 1755, muerto en Burdeos el 30 de junio de 1825, y en cuyo panteón de familia fue enterrado el insigne artista el día 16 de mayo de 1828.
En caja distinta se depositan aquí ambos cuerpos, habiéndose considerado justo y piadoso no separar a los que vivieron unidos por fraternal amistad y juntos comenzaron a dormir el sueño eterno.
Presidió el acto de la traslación el ministro que lo dispuso y asistieron los ciudadanos qeu abajo con él firman, rindiendo tributo de amor a la patria y al arte.
En villa y corte de Madrid, a 29 de noviembre de 1919; en representación de Su Majestad el Rey, el marqués de la Torrecilla, José del Prado Palacio, duquqe de Alba, conde de Romanones, Eloy Bullón, conde de Peña Ramiro, Aureliano de Beruete y Moret, Jacinto Octavio Picón, Mariano Benlliure, Miguel Blay, Joaquín Sorolla, Eduardo Dato, Antonio Flores, arquitecto, y el párroco de San Antonio de la Florida, señor Echeverría».

El texto completo lo recogió el diario «La Acción», que especificó también que en la sepultura se guardaron otros documentos, también en esa caja aparte: la autorización del obispo para el enterramiento en dicha iglesia, la Real orden que encargaba a los arquitectos Flores y Repullés los trabajos para el traslado y otra Real orden en la que se especificaban las obras de restauración que habían de hacerse para convertir la iglesia de San Antonio de la Florida en monumento nacional y «tumba» de Goya.
El cráneo del artista de Fuendetodos nunca fue encontrado. Se cree que el mismo Goya pudo dar su consentimiento a su amigo Jules Lafargue para que, una vez fallecido, llevara a cabo un estudio frenológico, tan de moda en aquellos tiempos. También se especulado con que fue robado de la tumba por un estudiante español y que acabó en un bar de Burdeos llamado Sol y Sombra, donde fue venerado hasta que el local cerró y la calavera desapareció. Otras teorías apuntan a que, tal como se señala en el reverso del lienzo, es el cráneo pintado por Dionisio Fierros en 1849... El hallazgo el año pasado de una calavera en Burdeos junto a unos restos que podrían ser de Montaigne rescató del olvido el misterio del cráneo de Goya. Quizá el ADN llegue por fin a resolverlo.
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