El mando franquista que cargó contra las «matanzas» de Queipo de Llano: «El terror es su única arma»
Antonio Bahamonde estuvo a las órdenes del jefe del golpe de Estado en Sevilla hasta enero de 1938, fecha en la que decidió huir durante una misión a la Alemania nazi, «para contar al mundo los horrores que había presenciado»

- Comentar
- Compartir
«Mi salida de la España rebelde no fue motivada por cuestiones ideológicas, sino por un problema de conciencia. Salí horrorizado ante los crímenes que allí se cometían. Es algo de lo que no puede darse siquiera una idea quien no haya vivido en territorio rebelde. Aterra hacer cálculos. Hasta el momento que me embarqué, los fusilados ascendían a la espantosa cifra de 150.000 solo en Andalucía y Badajoz. Lo más monstruoso es que los jefes falangistas que tienen a su cargo la represión son bendecidos por el clero. Van a misa por la mañana, comulgan con gran unción y salen de la iglesia para continuar su obra macabra».
Aunque no lo parezca, quien así se expresaba en una entrevista recogida por el ABC Republicano, en diciembre de 1938, no era un guerrillero anarquista, un diputado socialista o un líder comunista.
Al contrario, quien hablaba era un antiguo delegado de Propaganda del gobierno franquista, en Sevilla, a las órdenes de Gonzalo Queipo de Llano durante la Guerra Civil. Un cargo que había solicitado él mismo, convencido de que tenía que apoyar el golpe de Estado para acabar con los crímenes de la República contra la Iglesia, pero del que luego renegó al ver, desde su posición privilegiada, «cómo se asesina fríamente a los hombres que se atreven a tener ideas patrióticas, sin importar si son de derechas, católicas o monárquicas», contaba.
Bahamonde había nacido en Madrid, en 1894 o 1896. No está muy claro. Lo cierto es que nuestro protagonista fue un personaje casi anónimo, totalmente enigmático, del que no hay muchos datos, salvo lo que contó en esa entrevista de ABC y en dos libros. El primero, ‘Un año con Queipo. Diario de un nacionalista’ (Ediciones Españolas, 1938), lo publicó al salir de España antes de que acabara la Guerra Civil, en el que carga contra la violencia ejercida por el jefe del golpe militar en Sevilla, bajo cuyas órdenes había estado hasta enero de 1938. Fue reeditado por la editorial Espuela de Plata en 2005. El segundo, una obra colectiva editada en el exilio, en 1940, se titulada ‘México es así’.
Según indica Moisés Domínguez, después de eso no volvió a dejar rastro ni en las librerías ni en la vida social española o mexicana. Las anotaciones que figuran en el Centro Documental de la Memoria Histórica y el Archivo General de la Administración son meramente anecdóticas. Lo mismo ocurre en los archivos militares de Ávila, Segovia y Guadalajara, donde no aparece. Las pesquisas realizadas por este historiador en diversas instituciones, archivos locales y otros registros españoles fueron también infructuosas. Solo encontró algún dato en algunos archivos o hemerotecas extranjeros.

Huida de España
En la entrevista de 1938 realizada en La Habana, este diario contó que se encontraba en la capital cubana después de que Queipo de Llano le hubiera ordenado viajar a Berlín con una misión. El barco en el que había embarcado en Lisboa hizo escala en Rotterdam, donde decidió huir hacia México, pasando por Cuba, «para contar al mundo los horrores que había presenciado», a pesar de que dejaba bien claro que no simpatizaba con los republicanos: «Quiero que diga usted que sigo siendo un burgués y que mis ideas son muy moderadas. He sido siempre católico y lo sigo siendo, a pesar de que mi fe ha sufrido pruebas terribles por los crímenes que he visto cometer en nombre de la religión [...]. A un hombre de conciencia le resulta imposible justificar las matanzas organizadas por gentes que practican el asesinato invocando a Dios».
A pesar de que Bahamonde cifraba en 150.000 los muertos en la Región Militar Sur por la represión de Queipo de Llano, lo cierto es que los cálculos más recientes realizados por nueve universidades andaluzas hablan de 45.500 ejecutados. Al general se le atribuyen 14.000 civiles solo en Sevilla, de los cuales 3.000 habrían sido asesinados en el primer trimestre de la contienda. También participó en la llamada ‘Desbandá’, la matanza de otras 5.000 que huían de Málaga a Almería en febrero de 1937. Y famosos fueron violentos discursos desde Radio Sevilla para aterrorizar a los republicanos: «Por cada hombre de orden que caiga mataré a diez extremistas. Y a los dirigentes que huyan, no crean que se librarán: les sacaré de debajo de la tierra y, si están muertos, los volveré matar».
En su libro, Bahamondes analizaba el papel de Falange y el del clero, contaba como se había producido la rebelión en Andalucía y cómo los franquistas, a los que en un principio había tomado como camaradas, utilizaban la «difamación» como si de un arma más se tratara. El capítulo siete, titulado ‘Infamia, pillaje, multas, requisas y aportaciones voluntarias’, comenzaba con la siguiente denuncia:

Queipo, el 'libertador'
«En el territorio sometido al mando del ‘libertador’ de Andalucía no rigen para nada las infinitas disposiciones dictadas por Franco y su camarilla para apoderarse de los bienes ajenos. Hoy día, Don Gonzalo de Sevilla dispone libremente de todos los bienes que radican en su feudo. Antes, este poder era compartido con Falange, que obraba por cuenta propia.
Se han incautado de todos los bienes, aun de los más modestos, pertenecientes a personas que han sido fusiladas, llegando hasta la requisa de humildes ajuares. Las familias de las víctimas tienen que añadir, al dolor de haber perdido a su deudo, el de ser arrojadas de sus viviendas y condenadas a la más absoluta miseria. Miseria que nadie se atreve a remediar, por temor a ser tildado de marxista. Falange, con su auxilio social, da un rancho a sus víctimas, obligando a los niños a vestir la camisa azul de los asesinos de sus padres. A eso le llaman ellos mantener a los hijos de los marxistas.
Además de los bienes de los fusilados y de las personas pertenecientes o simpatizantes, muchas veces hipotéticos, de los partidos de izquierda, Falange se ha incautado, requisado y demás zarandajas con que encubren su verdadero nombre, el robo, de gran cantidad de inmuebles, coches y toda clase de objetos, aun de los más absurdos, sin olvidar el efectivo metálico, que es lo que más les interesaba».

La represión
El capítulo más crítico de todos cuantos incluye en su libro Antonio Bahamonde, es el que hace referencia a ‘La represión’, en el que asegura: «La crueldad de esta guerra no tiene precedentes en la Historia. Las víctimas hechas en la retaguardia superan en mucho a los muertos en los campos de lucha. Han sido inmoladas miles de víctimas de todas clases, de todas las profesiones y de todas las edades. Queipo tuvo que dar una orden para que no se fusilara a menores de 15 años. Al principio, miles de personas fueron asesinadas donde se las encontraba; muchas a las puertas de sus propias casas. Han fusilado desde sacerdotes ejemplares, hasta anarquistas platónicos, médicos, catedráticos, maestros, industriales, obreros, etc.
El móvil es uno solo: el terror. El terror, como única arma para lograr el triunfo. Saben muy bien que solo a fuerza de terror y de torrentes de sangre conseguirán dominar al pueblo. El terror y solo el terror en su grado máximo hacen posible esa ficción de normalidad que quieren hacer creer que se disfruta en la zona nacional. En el territorio sometido impera el orden; es el orden que impera en los cementerios».
Cuando terminó la guerra, Queipo de Llano justificó su represión por el hecho de que, según decía, contaba con tan poca gente para dar el golpe en Sevilla, que a medida que iba ocupando pueblos de Sevilla y Andalucía, no podía permitirse el lujo de dejar vivos a potenciales enemigos que pudieran atacarle después. Una excusa que podría ser válida en las primeras semanas de la guerra, pero no luego, puesto que el bando franquista contó pronto con un Ejército bien formado y con la ayuda de la Alemania Nazi y la Italia de Mussolini en forma de aviones, tanques, submarinos y soldados bien formados.
El historiador Alfonso Lazo subraya en la introducción de la reedición de ‘Un año con Queipo’ que el libro de Bahamonde no debe ser tomado como un trabajo de investigación, a pesar de la exactitud de los datos que aporta, sino como una obra de propaganda a favor del bando republicano. «Un escrito de guerra puro y duro, donde todos los criminales están a un lado y las víctimas al otro, pero también un documento verídico de la atroz matanza que estaba teniendo lugar en los territorios controlados por Queipo. Un documento que, aún así, debe ser puesto en paralelo con otros documentos memorialistas de testigos presenciales donde se recogen las otras atrocidades, es decir, los crímenes, no menores, cometidos en el bando republicano», argumenta.