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La confesión de Don Juan de Borbón al proclamarse la II República: «Quién sabe si será para bien de España»

El padre del Rey Don Juan Carlos escribió una carta personal camino del exilio, en abril de 1931, a sus compañeros de la Escuela Naval de San Fernando, en la que se disculpaba por haber mantenido su salida «en secreto hasta el último momento»

Montaje de Don Juan de Borbón, leyendo una carta en 1947, sobre la reproducción de la carta de 1931 a sus compañeros
Montaje de Don Juan de Borbón, leyendo una carta en 1947, sobre la reproducción de la carta de 1931 a sus compañeros - ABC
Israel Viana
MadridActualizado:

Don Juan de Borbón pasó más de la mitad de su vida en el exilio, tras salir de España junto a su padre, el Rey Alfonso XIII, y el resto de su familia, al proclamarse la Segunda República el 14 de abril de 1931. El Conde de Barcelona reconoció en varias ocasiones que, «ni siquiera cuando estaba en el barco, en esas soledades del océano, dejaba de pensar en las cosas de la patria». Llevó siempre consigo la pena de no haber sido coronado como Juan III y, durante los casi cuarenta años de dictadura franquista, tuvo que conformarse con soñar que algún día se reinstaurarían la Monarquía y la democracia.

Sus dos hermanos mayores, Alfonso, primer heredero de la Familia Real en aquel momento, y Jaime, renunciaron a sus derechos sucesorios.

El primero, en 1933, para casarse con una plebeya de Ciba llamada Edelmira Sampedro y Robato. El segundo, presionado por Alfonso XIII pocos meses después, porque era sordo de nacimiento. A estos habría que sumar el hecho de que ambos eran hemofílicos. A sus dos hermanas mayores, Beatriz y María Cristina, les impedía reinar la Ley Sálica.

Don Juan, sin embargo, no se convirtió en Príncipe de Asturias hasta 1933, y no accedió a los derechos dinásticos hasta el 15 de enero de 1941, un mes antes de la muerte del Rey Alfonso XIII en Roma. En el momento en que se proclamó la Segunda República, por lo tanto, el eterno heredero tenía 18 años y era un alumno más de la Escuela de San Fernando, en la que se preparaba para convertirse en un gran marino. Esa fue siempre la gran pasión de su vida, que nació durante los veranos que pasó con su familia en Santander y San Sebastián.

En el mar fue también donde trabó sus grandes amistades, las que más echó de menos cuando se vio obligado a partir al exilio, como demuestra el hecho de que la única carta que Don Juan escribió camino de París fue precisamente a sus compañeros de la Escuela Naval, reproducida en este artículo. Está fechada el 15 de abril de 1931 y comienza así: «Supongo que os habréis dado perfecta cuenta, el martes, de porqué no me despedí de vosotros de otra forma, pero me fue imposible. Y aún después, aunque hubiese querido, no me lo habrían permitido, por deber permanecer mi partida en secreto hasta el último momento».

Don Juan de Borbón, con su hijo Juan Carlos, en 1946+ info
Don Juan de Borbón, con su hijo Juan Carlos, en 1946 - ABC

La salida

Todo se había precipitado después de las elecciones municipales del 12 de abril, en las que los partidos monárquicos habían ganado sobradamente a los republicanos, pero en las que estos vencieron en la mayoría de las capitales, incluidas Madrid y Barcelona. Esto fue interpretado por algunos ministros como una derrota del sistema que exigía la salida del Rey. Por eso, cuando Alfonso XIII se asomó al balcón del Palacio Real un día antes de que Don Juan escribiera su carta, exclamó al ver a la muchedumbre revolucionaria: «No quiero, no, que por mí se derrame una sola gota de sangre».

Alfonso XIII había decidido abandonar España el mismo día 12, poco después de haberse hecho público el resultado de los comicios. De ahí que Don Juan guardara el «secreto» a sus compañeros de academia durante dos días. Así lo cuenta el entonces ministro de Marina, José Rivera y Álvarez de Canedo, en el pormenorizado informe que dejó escrito de los cuatro días siguientes. Era la visión del hombre encargado de sacar al Rey del país y trasladarlo sano y salvo a Marsella, pasando por Génova:

«El día de las elecciones hablé con Aznar y me dijo que a las 16.30 tendríamos consejo de ministros. Nos reunimos y tomó la palabra Romanones, quien desde luego opinó que la única solución era que el Rey se marchase y que el Gobierno presentara su dimisión. Pensé que esto era ya cosa convenida con el Rey [...]. Aunque era algo muy fuerte, todos comprendimos que no había otra solución, pues ni el Rey quería resistir, ni el ministro de la Guerra contaba con el Ejército, según expresó claramente en repetidas ocasiones. El ministro de Fomento, Juan de la Cierva y Peñafiel, fue el único que opinó enérgica y decididamente en contra».

Don Juan en la Escuela Naval Militar rodeado por sus compañeros de promoción+ info
Don Juan en la Escuela Naval Militar rodeado por sus compañeros de promoción - ABC

La carta de Don Juan

Esta es la carta completa de Don Juan a uno de los compañero de la Escuela Naval Militar de San Fernando:

«Mi querido Revuelta:

A ti, como el más antiguo de todos mis compañeros me dirijo, para que me hagas el favor de transmitir a los demás mis más afectuosos recuerdos. Supongo que os habréis dado perfecta cuenta, el martes, de porqué no me despedí de vosotros de otra forma, pero me fue imposible, y aún después, aunque hubiese querido, no me lo habrían permitido, por deber permanecer mi partida en secreto hasta el último momento.

Mañana salgo en un vapor para Génova, y desde allí me iré a París a reunirme con el resto de mi familia. Firmemente espero que os acordaréis del que siempre fue vuestro compañero efectivo, a las duras y a las maduras, pues sabed que, aunque ya no soy nadie, me acordaré siempre con mucho cariño de todos vosotros.

Yo no sé qué efecto os habrá causado el momento de ver izada la bandera Republicana en la Escuela. Solo sé el que me ha causado a mí verla esta mañana, cuando llegué en el torpedero a un pueblecito al lado de Gibraltar. Os recomiendo que seáis ante todo buenos españoles, porque quién sabe si todo lo que está pasando no será para bien de España, ya que Dios lo permite. Para ello, estudiad, estudiad mucho, que todo lo que aprovechéis ahora será luego en bien de nuestra gloriosa Marina de Guerra.

En fin, os dejo de sermonear, pues no viene al caso, y solamente espero que me escribáis con alguna frecuencia. No sabéis lo que se echa de menos eso, fuera del país de uno.

Os ruego que saludéis en mi nombre a todos los alumnos, y recibid un fuerte abrazo de vuestro amigo y excompañero, Juan de Borbón.

15 de abril de 1931. P.S.

Las señas no las sé todavía, pero ya os escribiré. Revuelta, a Miralles hazme el favor de darle un abrazo muy especial, así como a Castro.»

El Rey Alfonso XIII, rodeado de sus hijos, en 1922. De izquierda a derecha: los Infantes Don Jaime, Doña Beatriz y Don Gonzalo; el entonces Príncipe de Asturias, Don Alfonso; Doña Cristina y Don Juan+ info
El Rey Alfonso XIII, rodeado de sus hijos, en 1922. De izquierda a derecha: los Infantes Don Jaime, Doña Beatriz y Don Gonzalo; el entonces Príncipe de Asturias, Don Alfonso; Doña Cristina y Don Juan - Kaulak

El exilio

La familia se instaló primero cerca de París, en Fontainebleau. Poco después, Don Juan quiso seguir desarrollando esa gran pasión e ingresó en la Escuela Naval Británica. A continuación navegó con la Royal Navy por el Océano Índico, el Mar Rojo y el Golfo Pérsico. Fue en esa época cuando se hizo sus dos tatuajes, uno en cada brazo, con el dibujo de unos dragones orientales. Don Juan se convirtió en un marino experimentado, pero con la muerte de su padre en 1941, accedió a los derechos dinásticos y tuvo que abandonar el mar.

Desde ese momento, Don Juan puso todo su empeño en hacer de la Monarquía una institución en la que cupieran todas las opciones políticas y dotar a España de una Constitución sometida «a la votación popular» y aprobar una «amplia amnistía política», reconocer la diversidad de regiones que integraban España y promover una «justa distribución de la riqueza». Todas estas ideas las defendía el Conde de Barcelona desde el exilio en sus discursos y manifiestos oficiales, encontrándose siempre a Franco enfrente, como a un enemigo.

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