Cindy Sherman y su American Beauty
El MoMA abre hoy al público una retrospectiva de esta fotógrafa, una de las artistas más originales e influyentes
«Cindy Sherman es una de las artistas más importantes e innovadoras del panorama actual; una de las artistas más talentosas e influyentes de nuestro tiempo». Son palabras de Glenn Lowry, director del MoMA , y si lo dice Lowry, que de esto sabe un montón, así es. Lo avala también el hecho de que «ArtReview» la incluyese en 2011 como la séptima persona más influyente del mundo del arte en su prestigiosa lista anual. Los coleccionistas se rifan sus fotografías, siempre incómodas, ácidas, irreverentes, políticamente incorrectas. Y el MoMA la acaba de encumbrar con una c ompleta retrospectiva de su trabajo, que repasa sus 35 años de carrera , y que hoy abre al público. Son más de 180 fotografías, algunas inéditas.
Pero, ¿qué tiene esta artista de culto, todo un mito , que despierta tantas pasiones, pese a lo duras que son sus imágenes? Dan muchas pistas de ello algunos especialistas en el catálogo de la muestra, cuya edición en castellano publica La Fábrica . Lowry dice que s us asombrosas fotografías «divierten, intrigan, inquietan» . Eva Respini, conservadora adjunta del Departamento de Fotografía del MoMA y comisaria de la exposición, cree que no hay una verdadera Cindy Sherman en su trabajo: «Sus fotos hablan no solo de nuestro deseo de transformar y ser transformado, sino también de nuestro deseo de que el arte nos transforme».
No son autorretratos
En muchas de sus obras, Cindy Sherman (Nueva Jersey, 1954) no solo actúa como fotógrafo; también posa como modelo, es maquilladora, peluquera, estilista, encargada del vestuario... Nada que ver, pues, con otras célebres fotógrafas como Annie Leibovitz, que siempre va rodeada de un ejécito de ayudantes en sus complejas y costosas producciones. Respini no los considera autorretratos: «Altera con destreza su físico y su entorno para crear un sinfín de intrigantes composiciones y personajes».
El personal universo de Cindy Sherman está poblado por estrellas de cine, mujeres de la alta sociedad, ancianas, payasos, hadas, bufones... Pero la (supuesta) belleza que aborda en sus instantáneas tiene siempre un pie en lo grotesco, en lo desagradable, como ocurre con el trabajo de Diane Arbus y como nos mostró Sam Mendes en su espléndida «American Beauty». El provocador análisis de la sociedad americana, en tono de parodia, que hace Sherman en sus imágenes resulta demoledor.
Hay una sátira que podría parecernos muy cruel hacia las mujeres obsesionadas con la juventud, que recurren al excesivo maquillaje, al bótox, a la silicona, a la cirujía estética. Sus modelos parecen seres absolutamente decadentes, esperpentos . Pero advierte la comisaria que hay mucha compasión en sus fotografías. Sherman lo corrobora: «No me burlo de ellas, algunas tienen toda mi compasión. Simplemente las adoro». Logra empetizar con estas mujeres: aristócratas, mujeres mayores, de la alta sociedad, nuevas ricas, esposas de políticos, maquilladísimas, enjoyadísimas, operadísimas. «Me asusta verme -dice la artista-. Y me asusta más aún cuando me veo en esas mujeres mayores».
Barbies y troles
La exposición arranca con los «Untitled Film Stills» , fotografías en blanco y negro de los años 70 y 80, que se asemejan a instantáneas publicitarias tomadas en sets de películas. No faltan sus trabajos para el mundo de la moda, sus retratos históricos centrados en la Historia del Arte, ni sus «Centerfolds» (Desplegables interiores): 12 fotografías de 1982, encargadas originalmente por la revista «Artforum», parodias de las revistas eróticas masculinas. Sherman adopta en ellas el papel masculino del voyeur. Lo grotesco y macabro está muy presente en series como «Cuentos de hadas», «Catástrofes», «Imágenes de sexo» o la que dedica a los payasos, con la que aborda estados de emoción que van de la pasión a la tragedia.
En una estupenda entrevista que le hizo el cineasta John Waters , publicada en el catálogo de la muestra, Cindy Sherman confiesa que le encantaba de pequeña jugar a disfrazarse: «Es algo natural en mí». ¿Odiabas de pequeña a Barbie? , le pregunta Waters. «No, en absoluto. Tenía Barbies, pero también una familia de troles». Reconoce que sus fotografías tienen influencias de Antonioni, Hitchcock y Warhol . De este último comenta que se sintió decepcionada cuando lo conoció.
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