Suscribete a
ABC Premium

tragedia por la custodia de un niño

«Lo he matado yo, hacedme lo mismo»

José Luis colocó una bombona de butano junto a su hijo de 14 meses y la hizo arder. El niño se abrasó; él rompió la ventanilla del coche y escapó del infierno

«Lo he matado yo, hacedme lo mismo» miguel muñiz

c. morcillo/a. martínez/p. abet

Era un sábado más, aderezado con las mismas discusiones que ya se habían convertido en seña de identidad de cada fin de semana. José Luis D. y su antigua pareja, Margarita D., quedaron en el bar de Betanzos (La Coruña) plantado junto a la casa donde vive la mujer. «Tráemelo a su hora, no te retrases», le pidió ella.

El padre cogió la bolsa del niño y la cargó en el maletero del coche, le ajustó al pequeño las correas de seguridad de la silla infantil en el asiento trasero del Peugeot Partner y enfiló hacia Paderne, camino de la casa de los abuelos. Estaba furioso. Poco antes de las siete de la tarde llamó por teléfono a Margarita. «No nos vas a ver más: ni al niño ni a mí. Nos vamos a volar con una bombona», le dijo y colgó el teléfono.

Margarita salió corriendo hacia el cuartel de la Guardia Civil de Betanzos y tardó dos minutos en contar a los agentes lo que ocurría. En el momento en que una patrulla abandonaba el cuartel en dirección a la casa de Paderne, a solo diez minutos, entró una llamada del 112. «Un vecino ha avisado de que ha visto un coche ardiendo en la carretera DP-0906. El vehículo está en el kilómetro 16, en el lugar de Ponte Ribeira». La zona no es visible desde ninguna carretera próxima. Es más, ni siquiera está iluminada. Si alguien grita, nadie lo escucharía.

Tras el aviso, bomberos, guardias civiles, servicios sanitarios... todos corrieron hacia allí, a la parroquia de Velouzás. Eran las siete y cuarto de la tarde y no habían pasado ni 15 minutos desde que José Luis había amenazado a la madre de su hijo, un niño rubio, rechonchito y de grandes ojos azules, por el móvil.

Los guardias civiles tuvieron que sujetarse las lágrimas y las arcadas. José Luis deambulaba como una sombra a bastante distancia del coche, achicharrado de cintura para arriba: «Lo he matado yo, he sido yo, hacedme a mí lo mismo» , fue casi lo único que atinó a articular.

Abrasado, irreconocible, salvo por la sillita

El coche aún ardía en el arcén y al abrir la puerta trasera confirmaron la terrible confesión: su hijo Pablo, una criatura de 14 meses, estaba abrasado... irreconocible, salvo por la sillita. De él quedaban dos diminutos huesos, de la cabeza y la pierna. «La imagen más horrible de mi vida» , contaba un testigo. A su lado, en la parte de los pies, el padre había colocado una bombona naranja de gas butano, de las que se usan en la cocina, y le había prendido fuego. Él también pensaba matarse, pero acorralado por las llamas pudo más el instinto de supervivencia. Intentó abrir la puerta del Peugeot; estaba atascada, y entonces rompió una ventanilla y por ahí escapó de ese infierno... Pero solo él.

La bombona no llegó a explotar. Tenía el capuchón suelto, los muelles y los alambres al aire; había sido manipulada y convertida con un casquillo en algo similar a un lanzallamas. El informe de los expertos en incendios de la Guardia Civil, que determinará con precisión cómo y con qué se provocó el fuego, aún no está listo. Sin embargo, el caso policialmente está resuelto . Tienen la llamada de amenaza y la confesión de José Luis, quien estaba consciente, conmocionado y medio abrasados los brazos, el pecho y la cara, pero en uso de razón cuando se culpó. Así se mantuvo hasta que lo trasladaron al hospital de La Coruña y allí lo intubaron y lo sedaron para que soportara el dolor.

No se cuenta, como es obvio, con una declaración escrita y firmada. Para eso habrá que esperar a que se recupere. La juez de Betanzos, consternada como el resto, ya lo ha imputado por un presunto delito de parricidio . Parece que el único destino del padre es la cárcel en cuanto abandone el hospital, donde dos guardias civiles vigilan día y noche.

Nació la criatura y llegó la separación

Nadie sabe a ciencia cierta, y si lo saben callan, cuándo empezó a fraguarse este drama. Margarita y José Luis eran una pareja cuanto menos bohemia y algo desaliñada. Los dos habían tonteado con las drogas con cierta intensidad (aseguran los vecinos de Betanzos que se conocieron en ese ambiente), aunque ninguno tiene antecedentes y parece que se habían distanciado de ese submundo.

Luego nació la criatura y llegó la separación. José Luis se fue a vivir a La Coruña, donde había tenido trabajos esporádicos hasta que hace tres meses se quedó en paro y tuvo que volver a vivir con sus padres en Paderne. Margarita se había trasladado con su pequeño a la casa de su hermana en Betanzos.

Hay quien insinúa que ella es una persona inestable, con ciertos problemas, si bien coinciden en su papel de madre cariñosa y volcada. «Y aunque fuese malísima, que no lo era, era una madre y le mataron a su hijo », apunta la responsable de una droguería.

Todo suponía un problema

Margarita, cuando denunció el sábado la amenaza de su ex pareja, aseguró que él nunca la había maltratado aunque últimamente discutían mucho. Todo lo relacionado con Pablo suponía un problema; cuándo lo recogía uno y el tiempo que se lo quedaba el otro. La eterna cantinela de miles de parejas separadas.

La mañana del sábado en el que Pablo murió fue visto por algunos vecinos como Evangelino, mientras jugaba con unas ocas en un parque cercano a su casa. Su padre lo llevaba a hombros, comentan consternados, por lo que nada hacía presagiar el desenlace que llegaría solo unas horas después . Desde que se aireó la noticia, esta pequeña localidad coruñesa no sale de su asombro. La mayoría de los vecinos conocían al pequeño y también a su madre, que permanece encerrada en el domicilio de su única hermana, profesora. La acompañan sus padres, una familia sencilla y reservada.

La Policía Judicial continúa analizando el vehículo, en el que se pudieron alcanzar los 400 grados centígrados . En palabras del jefe de Bomberos de Betanzos, José Manuel Pérez, nada se pudo hacer por salvar al pequeño ya que, como explicó, un coche tarda muy pocos minutos en consumirse por completo. «Lo suficiente para quemar a una persona y que allí no quede nada».

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación